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La pasarela se organiza en la calle, entre casas de paredes descascaradas, puertas de chapa y rejas, escaleras en caracol y niños que corren sin rumbo. Un sendero de cemento alisado, en medio del empedrado, es la guía de las modelos que se paran en una tapa redonda de un desagüe y comienzan su caminata. Contornean las caderas, dan un giro, miran a su coach y escuchan las sugerencias. "Sin mirar al piso, hacia delante ¡Ríanse!". A los costados, la Villa 31 permanece indiferente, mirando de reojo el desfile de la agencia Guido Models , en un estado de quietud amenazante.

 

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La primera en pasar es Liz, de 14 años, con un vestido verde que la hace sentirse adulta. Luego aparece Sabrina, de 10, y su hermana Ariana, de 12. "Yo era así de flaquita, como mi hija, la del vestido negro", susurra la madre. Carla, de 14, y Delia, de 15, son las más grandes del grupo. Muestran las piernas con desfachatez, se ven desafiantes, quieren seducir con una mirada aniñada, mostrarse mujer. Pero son adolescentes que intentan demostrar algo más.

 

"A veces nos critican porque piensan que todas somos chorras o drogadictas por ser de la villa, ¡y no es así!", dice Delia, enérgica, ya despojada del vestido de noche y con la ropa de todos los días: jeans, remera ajustada y zapatillas con suela generosa. "Nosotros sabemos que se puede hacer algo más en la villa, no solo robar o drogarse".

 

El surgimiento

 

Ariana y Angel posan para las fotos en la vereda de la Casa 2, de paredes verdes, debajo del balcón donde se ve una puerta plegable de ascensor. Dos chicos asoman las cabezas por las ventanas mientras que al lado de los modelos se venden roscas y jugo de naranja en bolsitas con sorbetes.

 

"¿Vos sos de la agencia? Porque yo la quiero mandar a mi hija a desfilar, pero nunca me entero". Y aunque Abril tenga 7 años, tendrá lugar en la agencia de Guido Fuentes, un ciudadano boliviano que inició el proyecto hace tres años. Al principio fue casa por casa para sumar a los jóvenes del barrio, pero luego fueron llegando desde otros puntos de Capital Federal. Ahora son 33 modelos de entre 8 y 26 años, con diferentes objetivos y dispuestos a participar en otras actividades artísticas que se están programando.

"La idea surgió un Día del Niño. Había un escenario desde donde se veía un contraste de la villa con los edificios de Libertador. Me dije que yo podía hacerlo porque tenía experiencia en Bolivia haciendo desfiles", explicó Guido a LA NACION . "Algunos me decían que estaba loco porque nadie pensaba que se podía hacer esto en la Villa".

 

 

El aspecto legal es importante porque muchos de los integrantes del staff , que ya recorrió barrios como Palermo y Chacarita presentándose en diferentes eventos, son menores. Por eso los padres firmaron una autorización para que Fuentes sea su representante. "El sueño es ver alguna de las chicas o chicos en tapas de revista o desfiles. Si eso pasa, queremos que esté todo en regla, que tengan obra social, estén en blanco", aclara. "También les vamos a dar clases de actuación y canto". El grupo ya se presentó en diferentes eventos, en barrios como Palermo y Chacarita.

 

¿Cómo es salir de la villa y presentarse en otros lugares? "Es mucho mejor", sorprende Carla. "Son distintas personas las que nos ven; acá, sólo los vecinos. Aunque en el último desfile nos fue mal porque nos dieron las ropas que sobraron, nos sentimos un poco desplazadas. Por el hecho de mencionar la villa nos llaman villeras "

 

 

Para llegar al bunker de la agencia hay que atravesar la feria de la Villa 31, al lado de la entrada y salida de los ómnibus de la estación Retiro. "Ahí vienen las modelos; están para la televisión", se escucha mientras las chicas caminan. Por un pasillo serpenteante llegan a la casa de Guido donde un salón de dos por tres metros funciona como taller de confección de indumentaria, sala de maquillaje y vestidor.

En la sala hay una máquina de coser Singer, varios productos de cosmética y peinado, un perchero donde se acumulan los diseños y una computadora que reproduce la música de Los Wachiturros . "El lugar es chiquito, la ropa la hago yo, nadie me ayuda, tampoco soy millonario, pero con lo poco que tengo compro telas y los zapatos usados en la feria de acá", dice Guido. Y deja claro, por si hace falta, que "las chicas son lindas y tienen la ilusión de cualquier joven, no solo de los de la villa".

- Y a vos Delia, ¿te gustaría seguir con el modelaje?

- Sí, me gustaría recorrer el país, no sé... Como me gustaba de chiquita, empecé a venir a las clases. Cuando estaba en mi casa con mis amigas jugábamos a que éramos modelos. Es divertido aprender y practicar cómo posar o cómo caminar con tacos. La mayoría no sabemos caminar con tacos que son altos, nos cuesta una banda , hasta con los más chiquitos nos cuesta banda .

Contra la discriminación

 

La Villa 31 es un laberinto de callecitas y pasadizos que llegan a lo más profundo de las manzanas. En total viven alrededor de 26.000 personas, entre adultos y niños. La mayoría de ellos juegan al fútbol en la canchita que da a la estación Terminal donde ahora Guido Models trasladó la pasarela. "Acá se juega a la pelota, no se desfila", braman los pibes. Mientras las chicas se cruzan siguiendo las instrucciones, las cortinas de los buses se corren; curiosos, los pasajeros contemplan el contraste: vestidos de gala entre calles de tierra, casillas de chapa y lona.

 

 

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